82 Perry Rise
London SE23 2QL
Reino Unido
Domingo, 21 de Abril 6:30 AM
Londres se despierta entre nubes de algodón sucio. Los
débiles rayos de luz se cuelan por las pesadas cortinas rosas de la habitación.
El vaho de los cristales difumina la silueta de la ciudad: hileras de
casas victorianas, de un desteñido color pastel, y en la parte
delantera, jardines descuidados donde despuntan los tulipanes
como manchas de colores entre las malas hierbas.
Sonido de pasos y traqueteo de maletas que se ahogan
en las gruesas moquetas del suelo.
Ambiente melancólico, sabor a adiós en las comisuras
de los labios.
Emana de la cocina un olor a despedida, a tostadas, a
zumo de naranja. En la encimera, bolsas de plástico con sándwiches de
mantequilla y patatas fritas para el viaje de vuelta.
Mucha ilusión, muchas emociones, muchas anécdotas recién guardadas en
forma de recuerdos, como si fueran ropa mal doblada y metida rápidamente y
sin mucho cuidado en la maleta.
Atrás quedaron los nervios del embarque en
Santander, la alegría al conocer a las familias de acogida, atrás el Big
Ben, los paseos por la orilla del Támesis, las escalinatas de la plaza de Trafalgar
Square, los tesoros de las antiguas civilizaciones acumulando polvo tras las
vitrinas de los museos, las tiendas de lujo, los escaparates exhibiendo el desenfrenado
consumismo tan típico de la ciudad. Solo las fotografías y la memoria guardarán
los vestigios de nuestro paso por ese maravilloso lugar: los días que pasé riendo, vagando felizmente por las
calles de Londres, las visitas a los colegios de Oxford y Cambridge, donde fantaseé imaginando lo fantástico que sería estudiar algún día allí.
Definitivamente me costó mucho cerrar la maleta aquella mañana de domingo. Quizás fue el simple hecho de tener que volver, añadido al conocimiento reprimido de que aunque a lo largo de mi vida regrese a Londres, no será lo mismo. Nunca volverá a ser finales de Abril del 2016.
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